Guillermo Tell Aveledo: Rafael Caldera fue uno de los estadistas más importantes de la democracia

Hace 106 años, el 24 de enero de 1916, nació en San Felipe, estado Yaracuy, Rafael Antonio Caldera Rodríguez, abogado, sociólogo, escritor, docente universitario, parlamentario, académico, fundador de la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) y del Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei), así como del partido Convergencia, candidato presidencial en seis procesos electorales y dos veces presidente de Venezuela.

Con motivo del aniversario de su nacimiento, tuvo lugar el foro La respuesta civil a la crisis de la democracia, evento organizado por la Fundación Tomás Liscano, que contó con la participación del decano de Estudios Jurídicos y Políticos de la Universidad Metropolitana, Guillermo Tell Aveledo, entre otros.

Durante su intervención, el decano Aveledo afirmó que “hay hombres que en sí mismos, sin endiosarlos, sin ponerlos en altares, son representativos de un tiempo, son líderes fundamentales de procesos históricos, sin los cuales es muy difícil que exista la democracia, y en Venezuela, uno de ellos es Rafael Caldera”.

Para ahondar un poco en torno al legado y dimensión de este ilustre venezolano, la Gerencia de Comunicaciones entrevistó a Guillermo Tell Aveledo.

A continuación reproducimos para ustedes la entrevista:

¿Cuál es la importancia de Rafael Caldera en el sistema político venezolano?

Es prácticamente imposible hablar de la política venezolana en el siglo 20 sin hablar de la biografía de Rafael Caldera.  Nuestro surgimiento y auge democrático, e incluso la crisis de la Democracia, lo tiene entre sus estadistas más importantes. Es una figura fundamental como propulsor de un movimiento a la vez conservador, social y popular. Esto sin referirnos a sus cualidades académicas e intelectuales, que merecen consideración aparte.

¿Cuál es la importancia de los intentos de reforma de la década de los 70 y 80? ¿Qué huellas dejaron?

La importancia principal de esos sucesivos intentos no solo está atada a su contexto inmediato, tan distinto:  en los setenta se buscaba corregir y ajustar tropiezos de la naciente democracia qué gozaba a su vez de gran legitimidad social y grandes recursos. En los ochenta, se trataba de recuperar la eficacia y la legitimidad de un estado afectado por la crisis económica.  Durante el primer gobierno del presidente Caldera, se promovieron reformas de la Administración pública y del sistema de justicia para modernizar tanto la carrera burocrática como la judicial. Puede decirse que la resistencia ante estas reformas fue uno de los tantos factores qué hacía necesaria la reforma Real del estado en los años 80; aunque en ese momento correspondió a otras presidencias, la voz de consejo de Caldera ante la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado trataba de mantener lo bueno del sistema que había ayudado a fundar, viendo con creatividad la expansión de la soberanía popular ante la Constitución de 1961. Esa disparidad entre la dinámica reformista y la necesidad de continuidad es parte del legado de esa época.

¿Hay algún aporte de la política de Caldera que aún se mantenga o que se pueda rescatar para fortalecer la democracia venezolana?

Justamente, ante la crisis institucional que significó la asonada militar de febrero de 1992, aún con todas las críticas que podían hacerse al sistema, la posición de Caldera fue procurar consensos para una amplia reforma constitucional en ese año, siendo presidente de la comisión del Congreso a tal efecto. Esta reforma incluía algunos de los elementos participativos de la eventual constitución de 1999, la dinamización del gabinete ejecutivo, y además la exigencia de mayor responsabilidad en los medios de comunicación, elemento que descarriló su aplicación, por la presión de dueños de medios.

¿Cuáles aspectos de Caldera y su partido sería importante rescatar en la política venezolana?

Este es un elemento muy controversial, dado el destino eventual del partido Copei, y la división con su principal líder fundador, incluyendo, como dijimos, la tensión e incomprensión mutua entre reformistas y conservadores. Pero lo que se puede decir es que el partido Copei, y la opción socialcristiana que encarnó, representaban no sólo un legado de la tradición conservadora y nacionalista de la política tradicional venezolana, sino, además, el elemento moderador, consensualista, que sirvió de corrección a la instauración democrática. No en balde se ha planteado la continuidad entre la lógica de pactos de los años 1958-1964, y los planteamientos políticos y sociales de Copei en la década de los cuarenta.

En la actualidad, ¿un líder como Rafael Caldera habría logrado la unidad?

Es difícil decirlo. El talento de los estadistas fundacionales de la democracia, Betancourt, Caldera, Barrios, Fernández, Del Corral, Villalba, Prieto… -por hablar sólo de los políticos- encuentra su contexto de efectividad también en la apertura iniciada con López Contreras, en la convicción de las élites de la necesidad de encadenar democracia y modernización económica, y en una sociedad menos fragmentada. La imposición actual de la postura inmediata, a veces irreflexiva, que demanda un espacio público dominado por las redes sociales, dificultaría ese trabajo incluso a esos líderes. No se olvide, por otro lado, que nunca fue un camino automático ni fácil.

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