Académicos discutieron la significación histórica del 23 de enero de 1958

El pasado 26 de enero, los doctores Guillermo Tell Aveledo, Elías Pino Iturrieta y Napoleón Franceschi, se reunieron de manera virtual para conversar sobre la Significación histórica del 23 de enero de 1958, fecha que marcó el fin de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y dio paso a los 40 años de democracia en Venezuela.

El evento fue organizado por la Facultad de Estudios Jurídicos y Políticos y el Departamento de Humanidades de la Universidad Metropolitana y contó con la participación del doctor David Ruiz Chataing como moderador.

 

La transición de 1958

El politólogo Guillermo Tell Aveledo abrió la conversación recordando que “si bien toda transición política es un proceso, hay un punto, un umbral, en el que el proceso puede dar pasos a diversas etapas”, por lo que considera que los sucesos del 23 de enero no son los únicos hitos “de ese proceso”. “El 23 de enero es fundamental, pero no el único hito que a la larga da la transición a la democracia”.

Aveledo recordó que la concreción de la democracia liberal entre las décadas de los sesenta y setenta tuvo su inicio en 1958; pero para ello fue importante establecer una transición política que permitiera la llegada de una democracia sólida.

“Una transición es básicamente un sistema típicamente autoritario que cambia a otra cosa, ya sea porque pasa a ser autoritario con otros jefes o sea por el cambio de autoritario a democrático”.

El decano de Estudios Jurídicos y Políticos insistió que en el caso de Pérez Jiménez, se trata de una transición “promovida por un pacto de partido y he ahí la distancia que hay de nueve meses de gestación entre el 23 de enero y el pacto de Punto Fijo”. Reconoce que muchos han olvidado lo acontecido que fueron esos meses, pero además fue lo que condiciona el Pacto de Punto Fijo y su dinámica.

Asimismo destacó que la transición a la democracia es un sistema que cambia: “se abre, se liberaliza y hace reglas, y busca que todos los componentes sociales participen”.

El decano diferencia a la transición post 23 de enero de 1958 de una revolución, pues en la primera irrumpen para imponer una nueva regla, mientras que en el 58 las fuerzas tenían una capacidad limitada y no podían imponer su ley, lo que permitió que el sistema se abriera, y se moderaron los extremismos para aceptar esa apertura. “Si los extremos se moderan implica que los bandos son incluidos. Lo que implica que las reglas sean usadas de manera heterodoxas e innovadoras”.

Concluyó manifestando que el alejamiento de ciertos sectores afines a la dictadura, dió la confianza a los otros para manifestar, pues el gobierno de Pérez Jiménez ya había entrado en la bancarrota de su poder, principalmente por la ruptura de las Fuerzas Armadas.

Insistió que, aunque hubo elementos revolucionarios y súbitos en los hechos del 23 de enero, “la verdad es que el tránsito a la democracia fue mucho más pausado y considerado de lo que podía haber sido”.

El mito de la participación popular 

Por su parte, el historiador Elías Pino Iturrieta agradeció la invitación al espacio y tituló su intervención Salir de Pérez Jiménez no fue cosa de un día , una lectura que se paseó por el recuerdo de los diferentes acontecimientos que hicieron posible el 23 de enero y desmitifica la participación popular como acción decisiva del derrocamiento.

“La prensa de esos días nos remite a un reporte de protesta general cuya arrolladora fuerza no pueden detener los agentes del gobierno militar. La historia que más se ha repetido sobre la restauración de la democracia después de una década de tiranía ha fraguado la imagen de una epopeya incontenible protagonizada por el pueblo llano, que permanece como modelo de compromiso cívico y hace en cuestión de horas el trabajo imprescindible para el comienzo de un nuevo proceso histórico. Una negación del fenómeno que entonces conmueve a la sociedad y que celebramos todos los años a partir del triunfo de los objetivos debió a su arraigo en la posibilidad colectiva; sin embargo, sugiere la posibilidad de una versión que no lo vea tan automático ni tan espontáneo”, indicó en sus primeras líneas.

Explicó que muchos han tomado la figura del pueblo  venezolano como modelo “debido a lo que supuestamente hizo en los hechos del 23 de enero de 1958”.

No obstante, explicó que el espíritu del 23 de enero, al que muchos hacen un llamado, está mal dirigido, y señaló que el trabajo de historiadores, sociólogos, y politólogos, es desmitificar algunas acciones para permitir una mejor comprensión de la participación de la población antes durante y después del 23 de enero de 1958.

¿Golpe de estado o revolución?

Por último, el profesor Napoleón Franceschi tomó la palabra para agradecer y resaltar la importancia de conversaciones entre colegas que expongan puntos de vista importantes sobre la fecha.

“Las nuevas generaciones, nuestros estudiantes, colegas más jóvenes, y gran parte del pueblo se ha ido olvidando de qué fue el 23 de enero, qué es lo que realmente se celebra el 23 de enero y se ha desdibujado con el tiempo. Los años iniciales post 23 de enero del 58 significaban grandes concentraciones, mítines políticos, se invitaba a reconocer a los héroes y renovar el espíritu del 23 de enero, unión entre el pueblo y la fuerza armada. Tras el paso de los cuarenta años de democracia, aún se recordaba aunque no con el furor de los años iniciales y estos últimos 22 años de régimen revolucionario del socialismo del XXI se ha difuminado más todavía”.

Explicó que al 23 de enero se le ha calificado como un golpe militar o golpe de Estado, pero añadió que “esto es como una operación decidida y ejecutada por los mando militares que quedaron al frente de las FFAA, una vez que los generales y ministros abandonaron el país con el presidente depuesto”.

“Las Fuerzas Armadas, considerando la crisis política, toman en sus manos la responsabilidad, y por sus propia iniciativa forman un gobierno de transición. Quienes han defendido la tesis de golpe de Estado, minimizan o no les dan mayor importancia a las acciones o protagonismo de los partidos políticos ilegalizados, gremios profesionales, movimiento estudiantil, sindicatos, empresarios, y otros grupos civiles actuantes. Sostienen que lo fundamental o decisivo fue la acción de las Fuerzas Armadas al deponer o echar del poder al general presidente bajo el argumento de que se fuera del país por no poder garantizar su seguridad. Los perezjimenistas aseguran que PJ se fue para evitar derramamiento de sangre”.

Por otra parte, Franceschi aclaró que aquellos que dicen que se trató de un  movimiento cívico militar, “no dejan de reconocer la importancia de la acción llevada a cabo por las fuerzas armadas. No obstante, sostienen que a diferencia del ‘Golpe Frío’ del 24 de noviembre de 1948, este 23 de enero no se limitó a un complot netamente militar´”.

“El 23 de enero hubo una fractura en las líneas de mando y, sobre todo, los militares comprometidos en el golpe estuvieron de acuerdo en dar respuesta a ese descontento generalizado que se exteriorizó con la lectura en las iglesias, y publicación en el diario católico La Religión de una Carta Pastoral del arzobispo Rafael Arias Blanco con motivo del primero de mayo de 1957”.

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